Por: Dra. Veruzka Padilla/ Una pareja, tras muchos años de matrimonio, vivía una de sus mayores crisis, pues habían pasado un episodio donde ambos tuvieron culpa y se hicieron mucho daño. Se dieron una nueva oportunidad pero un día la mujer colapsó y grito desesperada con las manos elevadas al cielo:
_¡Dios! Si existes, ¿por qué me mandaste a un marido tan inútil?
El marido, inocente de su suplica, llega a casa con un suave cantar, pan caliente y buena disposición a cenar. La mujer hace caso omiso de esto y concentrada en su suplica, replica esta vez:
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Un trueno enorme salió del cielo y la lluvia no se hizo esperar, el hombre corrió al balcón, recogió la ropa, metió al perro, arropo a sus hijos y se puso a cenar.
- Mirándolo con desprecio, la mujer se sienta a su lado y piensa: ¡Dios, quiero verte y suplicarte que me premies ante todos estos años de sufrimiento y dolor!
El sol resplandeciente al día siguiente salió, los niños al colegio el hombre contento llevó, la comida ya caliente lista le dejó y con espíritu de lucha a su trabajo marchó…
-Muéstrame un milagro -de nuevo en sus adentros esta mujer susurró. En ese momento sus niños alegres, gritan, ríen y le dicen: mira mami!!! Lo que papá te compro. Una rosa ya marchita porque a mi hermano se le cayó…
-Señor, necesito saber si estas conmigo. En ese momento, entra el esposo y con dulzura la abrazó, pero ella con indiferencia a un lado lo apartó.
Visto todo esto, el Señor bajó y le habló. No porque era digna sino que no era justo para los dos:
-Doloroso fue lo que a ustedes dos el destino marcó. Los errores son de humanos, pues imperfectos mismos los dejé yo. Tu esposo su tortura, castigo y tormento ya pasó. Al preguntarle en un sueño:
-¿Cómo te sientes después de haber sido prisionero de tus propios errores y ahora ser libre?
Êl respondió:
-Yo ya olvidé todo aquello que una vez nos pasó, asumí mis propias culpas y perdoné las que no hice yo. Como si no hubiese ocurrido.
Y tu hija, ¿que sientes?, le preguntó Dios.
-Yo no!!! amargamente, respondió.
-Nunca podré olvidarlo. No hay un solo día que pase que no lo odie intensamente.
-¡QUÉ LASTIMA!, respondió Dios. Él estuvo prisionero de sus culpas sólo un momento, sin embargo, tú continúas cautiva de sus errores.
Ahora, frente a su tumba la mujer susurra, llora y clama: ¡Dios, perdóname. Tenía a un hombre bueno y hasta lo ultimo lo hice sufrir yo! . Injusto eres conmigo ahora, pues a mis hijos sola los tendré que criar yo, ya no ríen y lloran porque hasta el perro se enfermó. La lluvia no es la misma, el sol dejó de ser sol, la vida es tan vacía y aun así, continúo con mi rencor.
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Cuando hemos sufrido una desilusión, es inevitable el distanciamiento y pensamos que al separarnos encontraremos la paz y el sosiego ante tanto dolor. Lo que es aconsejable es que después de pasada la tormenta se sienten y hagan una limpieza para botar las cosas malas y dejar las buenas, siempre y cuando éstas sean mayores, porque de no ser así, no vale la pena seguir.
Reconciliación y aceptarnos como somos no es fácil, pues siempre será más ligero acusar y destacar los errores de los demás antes que admitir los propios. Tenemos que esforzarnos en aceptarnos, perdonar y perdonarnos, profundizar en la raíz del problema y asumir con responsabilidad que somos los guías y constructores de nuestra propia felicidad.