lunes, 16 de mayo de 2011

¿Amén o Salud? Hasta que la muerte los separe

Por: Lic. Isabel Lessmann E. 
 
Meditación; relajación, tai-chi y yoga son sólo algunos de las prácticas que pueden ayudarnos a recobrar, el equilibrio y tran­quilidad necesarios para enfren­tar con nuevas energías cada día. En Venezuela son muchas las academias y grupos a los que puede acudir para regalarse u momento de paz y puede qué también estén aña­diendo años a su vida.

 
Las personas hemos procurado, desde siem­pre, mantener el elusivo equilibrio que nos permite crecer y desarrollarnos de manera in­tegral. La satisfacción de las necesidades más básicas, alimentación y vivienda, han estado siempre acompañadas de intentos por entender y acudir a una instancia superior que sirva de consuelo ante aquellos acontecimientos inexplicables de la vida y la muerte Así, cuerpo y alma, salud y religión, han estado unidas desde el primer aliento de Adán.       
Chamanes, guías espirituales, clérigos, sacerdotes, imanes y rabinos han sido enlaces entre las instancias eternas de la paz interior y las trazas corruptibles del mortal cuerpo que nos toca en suerte llevar y entregar a la "Hermana Muerte',- corno la llamaría nuestro San Francisco de Asís.
La religión, como parte de la conciencia social, es una ideología que acompaña a un doliente a sobrellevar su situación, porque con su fe encuentra la comprensión y el apoyo social que le son necesarios para enfrentar con mejor actitud y esperanza lo que está viviendo. ¡Y existe evidencia científica que lo corrobora!

Habla la razón
Las cefaleas, los dolores musculares, el acné, la gastritis y la hipertensión son algunas de las condiciones más comunes generadas por el alto grado de agitación y estrés que dejamos colar en nuestras vidas.
Y aunque pocos científicos se atreven a atribuir directamente a la religión propieda­des curativas o de prevención, los sociólogos señalan que las personas con fuertes creen­cias religiosas tienen, en general, característi­cas que las relacionan con un tipo de vida saludable.
El número de informes que muestran los efectos positivos de la religión en la salud es sustancial. El 9 de junio de 2005, la página web de Science and Theology News informa­ba que investigadores canadienses e israelíes habían hallado que la práctica religiosa puede retrasar el avance de la enfermedad de Alzheimer. El estudio "coincide con los últimos estudios que muestran que la oración, la espiritualidad o la religiosidad están relacionadas con una mejor salud mental y física".
Las conclusiones de otro estudio realizado en 140.000 israelíes, en un período de 9 años, confirman resultados de trabajos publicados-previamente, en los que se demuestra que el estilo de vida y los comportamientos que promueven las diferentes creencias religiosas potencian la salud.

Habla el corazón
Las creencias y su valor sobre la conducta son el hilo conductor entre la psicología, la salud y la religión. Rodearse de amigos, adaptarse mejor a las situaciones, mantener una actitud positiva y optimista ante cualquier evento y hasta el mero hecho de orar disminuye la secreción de hormonas relacionadas con el estrés, según algunos psiquiatras, y a menor estrés, menor hipertensión, menor ansiedad, menor dolor y menor insomnio.
Sin importar la religión o creencia que se profesa, las evidencias indican que en un momento de dificultad, de crisis o confusión, las personas acuden a las cuestiones fundamentales de la vida.
En una reciente visita al continente sudamericano; el Dalai Lama, autoridad del budismo tibetano, sugería aprender sobre todas religiones porque el conocimiento “ayuda a elevar el respeto, la tolerancia y la armonía entre la gente”. Y enfatizaba en la necesidad de lograr la felicidad mental, la paz mental.
El siempre- sonriente líder espiritual recordaba, en Perú, que la ciencia ha descu­bierto que tener actitudes compasivas "es bueno para el cerebro” y que eso no escapaba al sentido común: "Es fácil ver que el odio, el rencor y la malicia perjudican nuestro estado de ánimo y nuestra salud".
Estemos de acuerdo o no, todos reconoce­mos la vivificante sensación de llegar a casa, a un espacio en el que nos rodeamos de aquello que entra en armonía con nuestro interior, ya sea el amor de una familia, una romántica cena a la luz de las velas o una tarde entregada a la lectura de un buen libro. Siempre hay alternativas.